Los primeros quince segundos de “Blank Generation” de Richard Hell and the Voidoids dejan las expectativas de quien los escucha en algún lugar entre la mesosfera y la astenosfera. Demasiado arriba, demasiado abajo, incapaz de hacer pie, aunque todo se trate, en definitiva, del intento del hombre de la canción de hacer pie en alguna parte. Es una suerte de conversación sorda entre los tres instrumentos que le dieron su impronta al rock’n’roll: la guitarra, el bajo y la batería. Parecen querer ponerse a punto pero todavía no están preparados, como si estuviesen decidiendo qué es lo que tocarán y para decir qué. Los sonidos son nítidos pero desarticulados, precisos aunque desglosados. No se entiende qué intentan comunicar. La ejecución es simple, las citas son traslucidas, es fácil de interpretar y de escuchar, pero imposible de comprender, incluso para aquellos mismos que lo están interpretando.
Luego los instrumentos se ponen de acuerdo. Encuentran un tono, descubren algo que expresar, establecen un centro, marcan un tiempo y configuran una canción punk de dos minutos y cuarenta y cinco segundos que deberá posicionarse como mercancía en el sistema de bienes materiales y simbólicos del capitalismo moderno: tendrá que hacer las paces con los listillos de la semiótica y de la mercadotecnia.
Fragmento de Pasajes sonoros: Escritos sobre música, vol. 1, AZ Editora, 2024.