Se respira el espíritu del underground aunque no haya paredes mamarrachadas con grafitis ni dedos ennegrecidos por tintas de fanzines en fotocopias. Los márgenes culturales tienen carácter, algunas ideas y unas cuantas narraciones interesantes. Siempre es tentador perderse en los márgenes. Fundan entramados de significación seductores, pedantes, inventivos, herméticos, endogámicos, creativos y abiertos. Crean identidades, sistemas de valores, posiciones estéticas y políticas. Discuten el presente con virulencia, salpican los pasados compartidos y los destinos en común. La moneda de cambio del underground es la distancia. Sus figuras retóricas más efectivas son siempre espaciales; en primer término, las que provienen de la topografía subterránea. Como si toda la demás música sólo pudiera valorarse a través de un sistema longitudinal: la separación que media entre aquello que se asume como música, incluso una música que no te gusta, y aquello que es capaz de poner en duda la idea misma de qué es la música y qué podría ser, cómo debería ser escuchada y para decir qué.
Fragmento de Pasajes sonoros: Escritos sobre música, vol. 1, AZ Editora, 2024.